Ojalá muchas ciudades pudieran desaparecer de un plumazo (salvando a su gente y al arte, en ese orden) para poder refundarse considerando mejor la salud de las personas y del planeta, que vendría a ser lo mismo. El Covid 19 puso en evidencia cuantos cambios necesitamos si queremos seguir vivos y, en ese sentido, pocos ejercicios creativos dieron frutos tan interesantes como esta urbanización ideal diseñada por el arquitecto valenciano Vicente Guallart, con oficina en Barcelona.
Durante el encierro de la pandemia, en vez de caer en teorías improbables, junto con su equipo se puso a pensar un conjunto de viviendas autosuficientes para 3000 personas en Xiong’an, una nueva ciudad que se construye a 100 km de Pekín. Ahora su proyecto acaba de ganar el concurso promovido por el gobierno de China, e impulsado por el mismo presidente Xi Jinping, que planea financiarlo en su totalidad. Guallart, reconocido por sus obras visionarias, partió de la certeza de que habrá más pestes, pero que podemos atravesarlas con calidad de vida. "Está pensado para las nuevas crisis que nos esperan. Hemos trabajado con el concepto del metabolismo interno de los edificios y de la ciudad de los 15 minutos, donde todo lo que puedes necesitar se encuentra a esta distancia como máximo", explicaba el autor, que compitió con otros 300 estudios de arquitectura de todo el mundo.
La ciudad autosuficiente: contra las catástrofes
Así la bautizó, será capaz de responder a cualquier catástrofe que toque en el futuro, sea sanitaria, energética o alimentaria, dicen las crónicas. Formada por cuatro manzanas de viviendas construidas íntegramente con maderas de forestación sostenible, con cubiertas inclinadas para aprovechar la energía, el conjunto cuenta con la última tecnología para que sus vecinos puedan teletrabajar, recrearse, descansar y generar sus propios recursos alimentarios mediante huertas e invernaderos en las terrazas. Además, está equipado para fabricar objetos de uso diario a partir de máquinas 3D. La disposición de edificios propicia una distancia social moderada, capaz de aislar e integrar al mismo tiempo, pues se sabe que la soledad enferma. "Las casas, que combinan elementos de inspiración oriental y occidental, proporcionan diversos grados de privacidad por si es necesario un confinamiento. Para hacer la clausura más llevadera, todas tienen una amplia terraza orientada al sur, que actúa también como regulador térmico" agregaba.
Como un modelo colaborativo a gran escala, la mini metrópolis contempla las necesidades de jóvenes y de adultos mayores mediante espacios públicos adecuados como guarderías infantiles, mercados, tiendas, oficinas, piletas públicas, un centro administrativo y hasta un cuartel de bomberos. Todo ahí mismo. Guallart, que también es fundador del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), sostiene que el modelo es simple y funciona en cualquier geografía. "Desarrollamos este proyecto durante el confinamiento, cuando el equipo trabajaba desde sus casas y decidimos incluir todos aquellos aspectos que podrían hacer nuestra vida mejor, de forma que se pudiera definir un nuevo estándar a aplicar en China, en España o en cualquier país del mundo".
Hace falta voluntad política para emprender cualquier transformación urbana. En buena hora por China. Que uno de los países productores de la mayor contaminación ambiental del planeta empiece a pensar en verde resulta doblemente esperanzador...
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